ANIVERSARIO
Una ilustre corporación con profundo interés social: ACFIMAN cumple 106 años
Pese a las diversas dificultades políticas, económicas y sociales halladas en el camino, la Academia ha dejado huellas, de esas que se recuerdan con orgullo y traspasan generaciones
Cuando nació, Venezuela era tan diferente que ni siquiera se llamaba así. Para 1917, en plena Primera Guerra Mundial, Estados Unidos de Venezuela estaba configurando su nueva identidad económica empezando a exportar petróleo. Una época en la que no sólo se descubrían yacimientos: también emergían instituciones que, de alguna manera, servían para respaldar esa realidad. Una de ellas fue la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (ACFIMAN).
Aunque fue la quinta de las Academias nacionales en constituirse, un rasgo curioso la vincula con la incipiente actividad petrolera de principios del siglo XX: el perfil de sus académicos. En su artículo 2, la ley de creación de la ACFIMAN del 19 de junio de 1917 (publicada en Gaceta Oficial el 27 de junio) establece que la elección de los Individuos de Número se hará “entre Doctores en Ciencias Exactas o Ingenieros, Arquitectos, Naturalistas, Astrónomos y Químicos, o en personas de reconocida competencia en el dominio de estas ciencias”.
Estas condiciones posteriormente se ampliaron en el Reglamento de la ACFIMAN, publicado el 23 de noviembre de 1933 y modificado por última vez en 1986. Su artículo 6 indica que los aspirantes a Individuos de Número deberán “poseer título de doctor en Ciencias Físicas y Matemáticas, doctor en Ingeniería, licenciatura o título profesional equivalente en Ingeniería, Arquitectura, Química, Geología, Geodesia, Biología y otras materias comprendidas dentro de la Ciencias Naturales”.
Célebre, pero conectada
No es de extrañar entonces que, entre los 30 Individuos de Número fundadores nombrados por el Presidente de la República el 19 de junio de 1933, figurasen dos personajes sensibilizados por el auge del “oro negro”. A saber: Vicente Lecuna Salboch, descendiente de un comisario del Ejército Libertador y de la hermana del mariscal Antonio José de Sucre; y Carlos Raúl Villanueva, formado en Francia y artífice de la Ciudad Universitaria de Caracas, hoy en día Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Lecuna se graduó de ingeniero en la Universidad Central de Venezuela (UCV), pero además fue político. Como senador por el estado Lara, propuso un proyecto de ley de hidrocarburos que aumentaba la participación de la Hacienda Pública en la industria petrolera y reservaba a la nación la explotación en el delta del Orinoco y en las bocas de los ríos navegables. Villanueva, por su parte, egresó como arquitecto de la Ecole des Beaux-Arts; entre sus obras destacan la urbanización Rafael Urdaneta en Maracaibo -una alternativa a las residencias promovidas por las compañías petroleras- y la Escuela de Ingeniería de Petróleos de la Universidad del Zulia (LUZ).
Célebre, pero conectada con la sociedad. La ACFIMAN ha visto pasar 30 gobiernos (transitorios y electos), unos más tolerantes a la crítica que otros, alzando su voz docta y prudente, incluso en momentos en los que han pretendido ignorarla.
Son 106 años, 38 715 días, 5 530 semanas y 1 271 meses de historia, sobre la cual los tres Individuos de Número más antiguos de la corporación aceptaron el desafío de reflexionar sucintamente. Ellos son: los doctores Antonio Machado Allison (Sillón III), Claudio Bifano (Sillón IV) e Ignacio Iribarren (Sillón XVII).
El tiempo no ha pasado en vano
Impacto condicionado
Si en algo coinciden los tres académicos es en el desempeño protagónico que ha tenido la ACFIMAN desde sus inicios, a pesar de la ocasional indiferencia del Poder Ejecutivo.
Según el artículo 4 de la ley de la ACFIMAN, una de sus atribuciones es “estudiar los asuntos de su competencia que el Ejecutivo Federal someta a su consideración”. Sin embargo, “las opiniones y la asesoría poco han sido requeridas por los organismos del Estado a lo largo del tiempo y esto se ha acentuado notablemente en las últimas dos décadas”, explica Bifano, químico de la UCV. En su opinión, la comunidad científica “está muy consciente de que la Academia se ha mantenido activa y consecuente en el cumplimiento de su fin primordial, que es contribuir al fortalecimiento de la ciencia y la educación y al mejoramiento de la sociedad venezolana”.
Si bien su impacto “está condicionado a la existencia de políticas de Estado que requieran del saber y la experiencia de los académicos” y aunque “ha ocurrido que la Academia se ha encerrado en sí misma y esto ha disminuido su visibilidad”, cuando ha sido pertinente, la ACFIMAN se ha pronunciado sobre numerosas temáticas, admite Bifano. Cita, por ejemplo, su posición crítica frente a la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, los planteamientos sobre el rescate de la Isla de Aves y la revisión del contenido de los libros de enseñanza de la ciencia en la educación secundaria. “Otro asunto que no ha escapado a la atención de la Academia es la emigración de jóvenes profesionales y técnicos con formación de alto nivel”.
Necesariamente parcial
Machado, por su parte, se aventura un poco más allá, al asegurar que las Academias en su conjunto “son entes ‘molestos’ para los gobiernos, dada su independencia en el desarrollo de las ciencias y sus relaciones con (y su deber para) la sociedad. No son neutrales a la problemática política nacional y en muchas ocasiones deben dar su opinión sobre problemas (impactos ambientales, cambio climático, enfermedades, pandemias, energía sostenible y verde, etc.) que afectan o retrasan el desarrollo del país y amenazan o violan los derechos de la sociedad”.
En el caso de la ACFIMAN, el biólogo de la UCV señala que su norte siempre ha sido “cumplir con el desarrollo del país” a través de la promoción de conocimientos. Machado recuerda que “muchos académicos participaron en el desarrollo de la ingeniería nacional, sismología, desarrollo agrícola, enfermedades tropicales, inventario de la biodiversidad, desarrollo forestal, geología, desarrollo químico y de petróleo, así como en el mejoramiento de los estudios de las matemáticas, física, química y biología”.
Para Iribarren, la ACFIMAN “ha tenido una prestigiosa figuración”, en el sentido de cumplir “un papel de enorme importancia en la vida del país. Como suele ocurrir con toda institución pública, ha habido tiempos donde la influencia que le atañe en el ambiente científico ha sido determinante y otras épocas de menor relieve. Durante las décadas democráticas de la segunda mitad del siglo XX su prestigio y consecuente autoridad sobre el desarrollo científico de Venezuela fue de enorme peso”, sostiene el matemático egresado de la Universidad de Oxford (Inglaterra).
En la actualidad, la ACFIMAN es miembro de la Inter-American Network of Academies of Sciences y la InterAcademy Partnership (IAP).
Navegando entre turbulencias
La Visión de la ACFIMAN es “ser una institución reconocida por su influencia en la orientación de la ciencia y la tecnología, así como por su enseñanza e inserción en la sociedad, en concordancia con las políticas que en esas materias se proponen en el país para contribuir al bienestar social y al desarrollo sustentable”.
¿Cómo se imaginan Machado, Bifano e Iribarren a la Academia en el contexto sociopolítico venezolano durante la próxima década? Pregunta nada simple a la que le sobran incertidumbres.
“Ciertamente, tiene el vigor y la capacidad para continuar en su ejercicio de promoción científica que le corresponde durante la próxima y siguientes décadas. Sin embargo, como institución pública que es, su futuro está ligado al destino social y político del país. Es un asunto sobre el cual no tenemos certidumbre”, reconoce Iribarren.
A Machado se le dificulta visualizar a la ACFIMAN “en un país que, durante las últimos dos décadas y media, ha transitado por caminos inciertos, no predecibles y con políticas públicas dirigidas a la exclusión en lugar de la integración”. Desde su perspectiva, las Academias en particular, las instituciones educativas en general “y cualquier otro sector productor de conocimientos e innovaciones científicas necesitan transitar obligatoriamente por un medio nutritivo, estable y sobre todo predecible”. Los planes a mediano y largo plazo que persigan el mejoramiento de la educación requieren “un cambio profundo del ‘cómo’ se gobierna al país. Tenemos ejemplos históricos de esos procesos civilistas que nos pueden guiar con certeza, pero necesitamos de una sociedad integrada y no dividida como la actual”.
Ya no más un club erudito
Las primeras Academias científicas del mundo, que aparecieron en Europa a partir del siglo XVI -como la Royal Society of London (1660) y la Académie des Sciences de Francia (1666)-, alcanzaron el éxito convirtiéndose en “panteones de ‘sabios’ vivos, en la encarnación de la élite intelectual de la nación, en cónclaves de la máxima autoridad de criterio”, en palabras de Iribarren.
En contraste, “las academias son hoy instituciones conservadoras a las cuales les toca examinar con cautela las corrientes novedosas. Para ello, es preciso que estén muy al día en lo que ocurre con las ciencias y mantengan cercana relación con las universidades, institutos y sociedades científicas, donde fluyen las ‘modas’ y donde vale equivocarse”.
Sobre este punto, Bifano también rechaza el concepto de las Academias como clubes de eruditos. “No son depósitos de sabios a quienes se les reconocen sus méritos con un sillón numerado. Deben ser instituciones activas que, a través de programas concretos, pongan al servicio de la sociedad la experiencia y el conocimiento de sus integrantes, y vigilen las políticas de y para la ciencia que el Estado propone y el uso de los recursos que se destinen para su implementación. Así concebimos a la ACFIMAN”.
Anécdotas y curiosidades
Famosos
Machado fue electo Individuo de Número de la ACFIMAN en el año 2000, Bifano en 1997 e Iribarren en 1986. “Soy el segundo más antiguo. Me incorporé en 1990 y en aquella época fui con mucho el más joven; ahora estoy entre los más viejos”, bromea Iribarren.
Con más de 30 años como Individuo de Número, “por supuesto que tengo un sinnúmero de anécdotas sobre episodios, colegas y personalidades”, afirma Iribarren. El académico se refirió a la visita oficial de Sir Michael Francis Atiyah (1929-2019) en 1997, “uno de los más importantes matemáticos del siglo pasado. Mi especial recuerdo, como artífice de su visita, se debe a que fue mi tutor durante mis estudios en la Universidad de Oxford. Su presencia produjo enorme impacto entre los matemáticos del país. Se le nombró Miembro Correspondiente Extranjero”.
En familia
La estancia de Machado en la ACFIMAN es descrita por él como “muy satisfactoria, nutritiva y, por qué no decirla, de alta felicidad y de encontrados sentimientos”. Alude, en concreto, al hecho de haber estado en la misma mesa con sus maestros y que “hoy te tratan como colegas pares. Poder intercambiar ideas u opiniones muchas veces contrapuestas y lograr los consensos son finales agradables para cualquier corporación, más aún si su misión es educativa”.
Pero lo que más impresión causó en su vida fue de índole personal: “Recibir formalmente en la Academia a mi hermano mayor y quien fue mi primer profesor en la Escuela de Biología, Carlos Machado-Allison”.
Egos
Las evocaciones de Bifano llegaron hasta los intríngulis administrativos y las extravagancias de ciertas personalidades. “Recuerdo los tiempos en que no había presupuesto ni para ofrecer café a los académicos. No había computadoras y toda la actividad se realizaba manualmente. A pesar de todo, se realizaban simposios de investigación, se mantenía una actividad científica a través de seminarios y la Academia era visitada por científicos de muchas partes del mundo”.
En cuanto a lo segundo, Bifano habla acerca de “dos respetados académicos conocidos como ‘Doctor NO’ y ‘Doctor YO’. El primero porque sistemáticamente votaba NO en las elecciones para el ingreso de nuevos miembros y todos sabíamos que por lo menos uno de los votos negativos era el suyo; el segundo porque, cuando se planteaba casi cualquier asunto en la Academia, siempre se refería a como él lo había enfocado, y supuestamente resuelto, durante su gestión”.
¿Prontuario?
En el sitio web de la ACFIMAN se publica un peculiar documento, llamado Prontuario de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales.
Aunque el término se asocia comúnmente con los antecedentes penales de una persona, el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española (RAE) define “prontuario” como el “compendio de las reglas de una ciencia o arte”.
En la edición más reciente del Prontuario de la ACFIMAN -de 185 páginas- se puede encontrar un Instructivo para la Colocación de Retratos y Bustos de Homenaje. Se aprobó en 1992 para honrar “la memoria de los venezolanos que se hayan distinguido en las ciencias que son de su competencia o que le hubieren prestado servicios notables”.
¿Quién puede tener su propio busto o retrato? Sólo personas fallecidas, de quienes se deberá obtener el consentimiento de los descendientes a menos de que hayan transcurrido 20 años de su deceso. Los retratos estarán ubicados en los salones, mientras que los bustos se instalarán en los pasillos adyacentes. “Su calidad artística deberá ser satisfactoria”, dice el Prontuario. Además, “para la colocación de retratos deberán haber transcurrido cuatro años del fallecimiento de la persona y doce años si se trata de bustos”. Los presidentes de la Academia no pueden tener retratos o bustos, excepto los que se coloquen “en la galería destinada al efecto por la corporación, una vez que hayan finalizado su período”.
Palacio de las Academias
La ACFIMAN (1917) tiene su sede en el Palacio de las Academias, al igual que las otras seis Academias nacionales: Lengua (1883), Historia (1888), Medicina (1904), Ciencias Políticas y Sociales (1915), Ciencias Económicas (1983) y de la Ingeniería y el Hábitat (1998).
Pero ese edificio colonial con estilo neogótico no se construyó para tal fin. Sus orígenes se remontan a 1577, cuando los frailes franciscanos arribaron a Caracas acompañando al gobernador Don Juan de Pimentel y decidieron levantar, en 1586, el Convento de la Inmaculada Concepción de Caracas. Una ley de 1821 ordenó la supresión de todos los conventos de la Gran Colombia, por lo que el Palacio de las Academias pasó a refugiar a varias instituciones. Resaltan, entre ellas, la Cámara de Diputados del Congreso Nacional (1840-1845) y la segunda sede de la Universidad de Caracas y actual UCV (1856-1953). El 6 de abril de 1956, el Palacio de las Academias fue declarado Monumento Histórico Nacional.
Como un templo
De acuerdo con la plataforma IAM Venezuela, perteneciente a la Arts Connection Foundation y la Institutional Assets and Monuments, la fachada actual del Palacio de las Academias es producto de las remodelaciones hechas en 1873 por Juan Hurtado Manrique. La torre de planta hexagonal que se aprecia en el extremo oeste fue diseñada inicialmente como observatorio astronómico. Propuesta nada descabellada, considerando que las primeras respuestas científicas al origen del universo se buscaron en el cielo.
Así como en el Convento de la Inmaculada Concepción de Caracas se veneraba a Dios, el doctor Iribarren cree que los Individuos de Número y Miembros Correspondientes de las Academias deben convertirse en devotos. “Es ciertamente un honor inmenso, un reconocimiento excelso, pero debe entenderse como un honor obligante. Quien alcanza tan elevada investidura no puede considerar que su compromiso social ha terminado con otra condecoración; ahora se espera más que una contribución científica. De modo que la cualidad final y necesaria la constituye la devoción a la institución”.
106 años parecen un buen indicio de ese voluntarismo.