ENTREVISTA

María Soledad Tapia: “La realidad alimentaria de Venezuela no puede dejar de ser visible”

La investigadora opina que es necesario transformar el Sistema Alimentario Venezolano para recuperar la producción nacional y el consumo de frutas y hortalizas que permitan niveles adecuados de seguridad alimentaria y nutricional

Dejar registro de la situación alimentaria y nutricional de Venezuela es uno de los desafíos que, con más pasión, ha asumido en los últimos años la bióloga María Soledad Tapia, quien fue elegida recientemente Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (ACFIMAN).

A la par de su trabajo en la Fundación 5aldía Venezuela, desde donde promueve los beneficios para la salud del consumo de frutas y hortalizas (F&H), la académica también quiere darle visibilidad a la situación venezolana contribuyendo con datos científicos.

Lo ha venido haciendo con aún más dedicación, precisamente, en el seno del Programa de Seguridad Alimentaria de la Academia, desde su incorporación como Miembro Correspondiente Nacional en 2018.

En medio de un gran vacío de datos oficiales que afecta la información que reflejan las agencias internacionales, junto con el doctor Carlos Machado Allison y otros colegas, hemos analizado y contrastado datos, y escrito documentos científicos en revistas internacionales acerca de la realidad alimentaria en el país. Hemos estudiado los informes de esas agencias y argumentado sobre aspectos que no fueron considerados”, sostiene.

“Sin datos no existes”. enfatiza la académica, Doctora en Ciencias por la Universidad Central de Venezuela (UCV).

Dejar de aparecer en los informes es salir del radar humanitario. “No es que la ayuda humanitaria sea la solución, porque esta le corresponde al Estado, pero ya que tenemos la arquitectura humanitaria de Naciones Unidas instalada en el país, y que funciona con donaciones externas, no podemos dejar de ser visibles”, subrayó.

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El camino a la Biología desde Barinas

Su interés por la Biología comenzó en los primeros años de bachillerato en Barinas, donde estudió primaria, en el colegio Nuestra Señora del Pilar, y bachillerato, en el Colegio Arzobispo Méndez. “Cuando conocí la materia, quedé fascinada porque era ver la vida. El liceo tenía unos laboratorios que, en aquella época, eran muy humildes, pero sí había un microscopio. Me encantaba, sobre todo ver hojas, más que insectos”, relató la doctora Tapia, quien ocupa el Sillón XIII que perteneció al médico Francisco Kerdel Vegas.

Egresó como Licenciada en Biología de la UCV en 1979. Para ella, hacer carrera científica fue algo natural. “Todo biólogo sabe que ese es el camino. Todos mis compañeros de cohorte se fueron por los campos de Biología Celular, Botánica, Zoología, Ecología, y yo, contracorriente, dije: ‘Me voy por Tecnología de Alimentos”.

Cuenta que no pensó en trabajar en la industria, a pesar de la relación que existía con el Departamento de Tecnología de Alimentos por medio de los egresados que hicieron aportes importantes a este sector.

“Empecé a trabajar en Microbiología de Alimentos. Pronto me di cuenta de que me gustaba estudiar los tejidos vegetales que sirven como alimentos. Me hice consciente de la importancia de esos tejidos en ciencia y conservación de alimentos, que para preservarlos tienes que ‘acabar con la vida’. Es decir, una fruta fresca respira, pero si el objetivo es que sirva de alimento por un tiempo más prolongado, es necesario intervenirla. En otras palabras, se detienen los procesos de respiración y metabólicos. Dependiendo de la magnitud del proceso que se emplee para detener esas reacciones bioquímicas, el producto tendrá un aspecto más natural o menos parecido a la materia prima de origen”, detalló.

Agua: manejo y preservación

Después de realizar el Master of Science de la Michigan State University (1980), la orientación de su trabajo se inclinó más hacia las F&H, pero siempre en el área de Microbiología de Alimentos. En particular, en el concepto de manejo del agua que era una línea de investigación que no existía en el Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos (ICTA – UCV), del cual fue directora de 1999 a 2004.

En el ICTA – UCV creó grupos de investigación y también formó parte de agrupaciones con miembros de distintos países. “He sido afortunada de trabajar en consorcios de investigación. Es sumamente enriquecedor definir líneas conjuntas y adaptarlas a cada país y cada laboratorio”.

En el Departamento de Tecnología de Alimentos, cuando todavía no se había creado el Instituto, encontró inspiración en el doctor Asher Ludin. “Nació en Manchuria, China, pero realmente hizo toda su carrera en Israel y Estados Unidos. Tenía una mente que volaba y conseguimos logros maravillosos con él. Por ejemplo, trabajamos en la irradiación de frutas tropicales utilizando la fuente de cobalto 60 del IVIC (Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas) para control de la mosca de la fruta. Fue muy importante porque sembró en mí el interés por establecer contactos internacionales e integrarme a consorcios de investigación para realizar proyectos”.

Los inicios

Su primer proyecto de investigación, financiado por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), fue sobre el concepto de actividad de agua para diseñar sistemas de preservación que inicialmente fuesen de baja humedad, es decir, deshidratadas.

A partir de entonces, sólo hubo evolución en su área de investigación, “pasando por los sistemas de preservación de humedad intermedia, hasta llegar a alta humedad, usando un enfoque de tecnología de obstáculos (Hurdles) con muchos factores de preservación, sin aplicar altas temperaturas y dejando mucha agua, para que los productos fuesen lo más parecidos posible a frutas frescas”.

En esta esta etapa – agrega – “probamos cosas maravillosas, como el uso de impregnación al vacío de vitaminas y minerales para que entraran en la estructura porosa del tejido vegetal y hacer trozos de fruta fresca llenos de calcio y de ácido ascórbico, por ejemplo; a impregnarles bifidobacterias para obtener ‘frutas probióticas’; a usar diversos recubrimientos o películas comestibles que las dejase respirar, pero que sirvieran de barreras contra el deterioro, poniendo en las coberturas antioxidantes y nutrientes”.

Cuando le tocó presentar su trabajo de ingreso como Miembro Correspondiente de la Academia, decidió hacer una recopilación de la investigación de sus primeros veinte años de trabajo. El resultado se titula Contribución al concepto de actividad del agua (aw) y su aplicación en la Ciencia y Tecnología de Alimentos en Latinoamérica y Venezuela.

– ¿Cuál cree que ha sido la mayor satisfacción que le ha dado elegir la vida universitaria?

– Sentir que estoy trabajando por la Universidad, haciendo país, formando profesionales probos y honestos. Ver madurar a los estudiantes y luego convertirse en pares. Muchos de ellos se fueron a hacer carrera en las industrias, otros eligieron la Universidad y ahora son mis colegas, incluso algunos trabajaron conmigo. Son muchas satisfacciones, una de las más lindas es haber sido madrina de una promoción de Licenciados de la Escuela de Biología, que incluye todas las opciones, no sólo Tecnología de Alimentos.

Otra de las grandes satisfacciones fue trabajar en el postgrado de Ciencia y Tecnología de Alimentos, había recursos para investigación y los aprovechábamos junto con los estudiantes. Trabajábamos para traer a grandes científicos, visitábamos con ellos empresas y laboratorios, era una especie de apostolado hermosísimo, una misión de vida educativa.

5 al día por la salud del venezolano

La Fundación 5aldía Venezuela se creó formalmente en 2010, pero la cruzada por promover el consumo de F&H, de acuerdo con la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de consumir al menos 400 gramos diarios, la había empezado la doctora María Soledad Tapia cinco años antes desde el ICTA – UCV.

Cuando tomó la decisión de jubilarse, impulsada por la precaria situación presupuestaria del ICTA – UCV, resolvió llevar a la práctica, y desde una perspectiva social, sus conocimientos científicos para divulgar los beneficios para la salud y nutrición que proporciona el consumo de F&H.

Entonces, primero desde la UCV, y después, “sin nunca dejar la Universidad, creamos la Fundación 5aldía Venezuela”, que es miembro de la Alianza Global de Promoción al Consumo Frutas y Hortalizas 5 al día (AIAM5).

Desde allí, dirigiéndose especialmente a los niños, se dan a conocer los beneficios de las F&H para combatir la obesidad y otras enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación y el sedentarismo, como la diabetes y las enfermedades del corazón. Además, se divulga para tratar de derrumbar las barreras culturales que, por desconocimiento, impiden su consumo. “Trabajamos para tratar de enseñar a encontrar vías que las hagan más accesibles y asequibles para el bolsillo del venezolano, pues son muy caras, para promover campañas pedagógicas que incentiven su consumo y su producción bajo esquemas sustentables”.

– ¿Cuáles son los prejuicios culturales más frecuentes en los venezolanos con respecto al consumo de F&H?

– Las F&H no están establecidas en la idiosincrasia del consumidor como un alimento fundamental en la dieta. Hay desconocimiento sobre sus beneficios, tanto para la nutrición como para la salud.

Existe una correlación: a medida que aumenta el nivel educativo en los hogares se consumen más F&H. La correlación económica también existe, por supuesto, y sí tienen conciencia de sus beneficios; por eso la gente hace un esfuerzo mayor y tiene mejores prácticas de sostenibilidad porque aprovecha todo de las F&H, sin botar nada.

En las escuelas donde funcionan todavía los comedores escolares es esencial que les enseñen a los niños a comer frutas y hortalizas, porque los hábitos alimentarios se forman en la edad infantil y pueden determinar la salud adulta.

Pronto vamos a presentar desde la ACFIMAN los resultados de un estudio sobre cuáles son los determinantes en el consumo de frutas y hortalizas en la Región Capital.

– Si tuviera la oportunidad de liderar una campaña de política pública para fomentar buenos hábitos de alimentación en el contexto actual del país, ¿cuáles serían los lineamientos fundamentales?

– Es necesario transformar el Sistema Alimentario Venezolano para recuperar la producción nacional y el consumo de F&H que permitan niveles de seguridad alimentaria y nutricional adecuados.

Para hacerlo, es esencial apoyar a los agricultores, mejorar la producción y las cadenas agroalimentarias. En el contexto actual del país, con inflación, elevados costos, problemas de disponibilidad de agroquímicos y fertilizantes, alcabalas en las vías y precario suministro de combustible, es un desafío. Todo esto afecta siembra, cosecha y transporte. En la actualidad, la crisis de escasez aguda de combustible ha obligado a los agricultores a descartar sus cosechas, y hasta ser penalizados.

La académica asegura que, tanto al nivel rural como urbano, el problema de acceso a las F&H en Venezuela es muy grave, por sus elevados precios y por el deterioro del poder de compra alimentario. “Hay que incentivar la agricultura familiar y las compras locales de F&H”, propone.

Además, se requieren programas de alimentación escolar a nivel nacional que garanticen la oferta sistemática y continua de alimentos frescos y sanos adquiridos de la agricultura familiar o local. “Asimismo, la inclusión en los programas de asistencia alimentaria de alternativas para contribuir con el acceso y consumo de F&H. Por ejemplo, tal como existen en muchos países, cupones para emplearlos en mercados campesinos, municipales, mayoristas, supermercados, para adquirir F&H aplicando el valor de estos cupones, también podrían ser bonos, condicionado para ese fin específico”.

Pasión por la escritura

María Soledad Tapia nació en Caracas, de padre barinés y madre caraqueña. Su papá, José León Tapia, era médico y escritor. Fue Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina y miembro de las Academias de la Historia y de la Lengua. “La rutina de mi papá era escribir, operar y escribir, era increíble”.

Tal vez tuvo que ver con su padre la inclinación por la escritura que manifestó desde niña. Sin embargo, comenzó formalmente a escribir libros no científicos después del fallecimiento de su progenitor, en 2007. “Mi deseo era rescatar recuerdos y vivencias. También influyó que mis dos hijos no viven aquí, se fueron hace mucho tiempo. Uno es economista, Camilo Daza Tapia, y la otra es comunicadora social, Andrea Daza Tapia”.

En Misal para Mariana (2016) cuenta la historia de su sobrina para sus otros sobrinos e hijos lejanos, “como una forma de resguardar la memoria, preservarla del olvido, combatir el desarraigo”. “Fue lo que me movió, porque los sobrinos más jóvenes tienen que saber de dónde vienen, y tener a qué asirse en esas tierras extranjeras para que no se desconecten del país, de sus padres, abuelos, antepasados”.

En la investigación para reconstruir la historia familiar de varias generaciones contó con la ayuda de su papá, quien dejó libros escritos con la historia y tradición de Barinas. “Cualquier duda, recurría a sus libros y a los pocos ancianos que quedaban vivos. De esta manera me aproximé a uno de los métodos que usaba mi papá, el rescate de la tradición oral”.

Luego, ayudó a algunos amigos a escribir la historia de su familia, como la de los Plaz Castillo (Macaire, Morada de una familia venezolana: Historia genealógica de la Familia Plaz Castillo, 2017). “Fue satisfactorio convertirme en un miembro más de la familia. Fue bellísimo porque el libro salió antes de que muriera el doctor René Plaz Bruzual, pudo leerlo, disfrutarlo y recordar su Maturín natal”.

El libro de la familia Plaz Castillo la llevó a otras historias familiares que recoge en Memorias de Chuao: Crónicas de una amistad (2020). “Fue un trabajo grande, pero me enriqueció mucho. Escribir es mi complemento a mi trabajo en la ciencia”.

Otro de sus libros es Octágono (2019), que reúne ocho cuentos sobre ocho mujeres en la realidad venezolana, “pero sin dramatismos”.

Compañeros peludos

En su día a día, “que, sobre todo desde la pandemia, es estar frente a la computadora”, la acompañan sus perros y gato.

“En mi familia éramos amantes de los animales, crecimos queriéndolos; y yo, en la medida que me hago mayor, más los amo. Siento al mismo tiempo un gran amor y una gran compasión por su sufrimiento, porque los humanos podemos ser muy crueles. Ahora tengo a Dulce, una mezcla de chihuahua; la rescaté del centro comercial cerca de mi casa donde la habían abandonado. También a Catón, como el filósofo romano, que rescaté de un basurero, y un gatito, Lucas, que rescató mi vecina y me pidió que lo tuviese temporalmente, pero me robó el corazón. Además, se lleva muy bien con Dulce y Catón”.

También ha escrito para sus compañeros felinos que ya no están, como Bimba, una gata que adoptó aun sabiendo que padecía leucemia felina. “Establecí con Bimba una relación afectuosísima. Sentí que me quería. Creo que era verdad. Una vez, teniéndola a mi lado le dije: ‘Bimba, no me mires tan fijamente. ¿Qué me quieres decir?”, escribió para ella.

Propósitos de vida
– ¿Qué significado tiene para usted ser parte de la Academia y haber sido elegida recientemente Individuo de Número?

– Ha sido de las cosas más hermosas e importantes en mi vida profesional; sólo lamento que mi papá no haya visto mi incorporación. La he asumido como un compromiso para toda la vida que tengo que hacer muy bien. La Academia y el proyecto digital Mirador Salud han cambiado mi vida, se han convertido en propósito.

En Mirador Salud, comenta la académica, ha tenido la oportunidad de publicar, cada quince días, artículos sobre distintos temas, siempre basados en fuentes científicas. “Con mi colega y editora, Irene Pérez Schael, hemos tocado tantos temas, que me he sentido feliz de investigar y de escribir”.

“Tal como lo dije en ocasión de los diez años de Mirador Salud, es un proyecto al cual me aferro para hacer frente a los tiempos de lejanías, tristezas, injusticia y desinformación que vive nuestro país”.

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