Expresidente de la ACFIMAN
Ismardo Bonalde: “Entender el maravilloso mundo del que somos parte ha sido mi inspiración”
Desde hace poco más de dos décadas dirige el Laboratorio de Temperaturas Bajas del IVIC donde ha desarrollado líneas de investigación en superconductividad no convencional
El doctor Ismardo Bonalde, Individuo de Número (Sillón XXX), culminó recientemente su período de dos años como presidente de la Junta de Directores de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (ACFIMAN), una responsabilidad que asumió como un “privilegio superior” y que ejecutó con la máxima responsabilidad y entrega y “la intención expresa de enaltecer aún más la institución”.
Han transcurrido 38 años desde que egresó de la Universidad de Oriente (UDO) como Licenciado en Física. Escogió la carrera por su interés por “comprender la naturaleza y el funcionamiento de las cosas, tanto en su concepción mecanicista como en lo relativo a electricidad y magnetismo”.
Desde entonces, su trayectoria lo ha llevado a ser Investigador Titular del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), donde dirige, en el Centro de Física, el Laboratorio de Temperaturas Bajas. Allí ha desarrollado líneas de investigación en superconductividad no convencional con el estudio de materiales superconductores, y lo ha hecho a través de una técnica experimental pionera.
Durante su carrera científica, el doctor Ismardo Bonalde se centró, en primer lugar, en formarse al más alto nivel. Luego, “en trabajar con intensidad y pasión para entender el conocimiento existente y generar nuevos conocimientos. La inspiración estaba y está en el maravilloso e intrigante mundo del que somos parte. Entenderlo y describirlo ha sido la única motivación que he necesitado”.
Oportunidades aprovechadas en el país
El doctor Bonalde lamenta que hoy en día los jóvenes venezolanos no tengan las mismas oportunidades que existían en décadas pasadas para estudiar y desarrollar una carrera científica.
Contrasta el presente recordando su ingreso al IVIC, en los años ochenta, para estudiar la maestría en Física, grado que obtuvo en 1989. En aquella década, la oferta de posgrados era mayor que ahora, así como la posibilidad de obtener una beca; pudo aprovechar tanto la una como la otra para encontrar la oportunidad que le permitiera darle continuidad a su formación científica. “Las buenas credenciales académicas me permitieron alcanzar el objetivo de llegar al IVIC”.
La situación actual es muy distinta. En su opinión, los méritos académicos no bastan y, muchas veces, ni siquiera son importantes. “Por eso, es necesario revisar nuestras políticas de formación y de educación para poder fortalecer a la sociedad, a la economía y al país. Intentamos influir día a día para que eso ocurra”.
Nuevos objetivos en el exterior
Salir al exterior para estudiar el Ph.D. en Física no fue sencillo. “Esencialmente, debido a mi escaso dominio del inglés y a mi interés de ir a una universidad destacada en el área de física. Requerí de un poco de empeño y confianza en lo que quería, así como de mucha paciencia”, cuenta el académico.
El esfuerzo y la paciencia dieron sus frutos y consiguió su objetivo al graduarse de Doctor en la Universidad de Harvard, en Estados Unidos (EE. UU.), en 1998. De nuevo, las buenas credenciales académicas fueron determinantes para lograr lo que se había propuesto. “Nada más importante; eran lo esencial para superar los escollos”.
El doctorado le abrió puertas y, gracias a ello, pudo escoger la opción que le pareció más apropiada para hacer el posdoctorado: el Departamento de Física de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign en EE.UU. (1998-2000). Fue en esta etapa cuando su campo de estudio como investigador -las temperaturas bajas y la superconductividad- quedó definido y consolidado.
Contacto permanente
Al culminar el posdoctorado regresó al país. En el IVIC lo esperaban para que se hiciera cargo del Laboratorio de Temperaturas Bajas. “Desde que mis allegados se enteraron de que estaba trabajando en este campo, el contacto fue permanente para que tuviera la seguridad de que aquí contaría con un equipo especializado”.
El equipo, un refrigerador de dilución con capacidad para llegar a temperaturas de 20 milikelvin (-273,13 °C), tenía veinte años de haber sido adquirido por el IVIC, pero nunca había sido usado. Su misión fue ponerlo a funcionar, previa revisión y sustitución de los componentes que ya no eran utilizables.
Hoy en día, está haciendo esfuerzos por ponerlo en funcionamiento otra vez, pues luego de dieciocho años de uso, se dañó. “Ahora es más complicado que cuando llegué al IVIC, por la escasez de recursos para reponer las partes”.
Experimentalista entregado
-¿Puede hablarnos de su área de investigación?
-He sido algo teórico, pero fundamental y entregadamente experimentalista. Mi atención ha estado en la física de temperaturas bajas, en particular en el análisis del estado sólido.
La superconductividad no convencional ha sido mi campo central de estudio. Esta superconductividad, luego de más de treinta años, aún no tiene una explicación científica aceptada.
En nuestro laboratorio, con el valioso aporte de estudiantes y técnicos, he contribuido en el intento por determinar el mecanismo físico que la origina, a través del análisis de muchas familias de materiales superconductores. Para ello, hemos aportado de manera fundamental y pionera en la implementación de una técnica experimental de características únicas para esos estudios, primero llevándola a valores extremos de temperaturas bajas de -273,12 °C y luego a presiones altas de 29 600 atm.
-¿Cuántos estudiantes se han formado en el laboratorio?
-Alrededor de dieciocho tesistas, además de los muchos pasantes. En todo lo que se hace en el laboratorio la participación de los estudiantes es fundamental. Tanto en la parte experimental como teórica es esencial lo que aportan con su inteligencia, su dedicación y sus ideas.
La formación de estudiantes es una labor en la que creo firmemente y la tomo como parte del desarrollo de la ciencia. Estoy consciente de que estoy formando personal joven y lo hago siguiendo la filosofía de aprender a hacer ciencia, más que dentro de un esquema de clases.
-¿Cómo surgió su pasión por la física experimental?
-En pregrado comencé con teoría y en la maestría hice física experimental. En el doctorado quise volver a la teoría, pero se me abrió otro horizonte y fue entonces cuando descubrí mi pasión por los experimentos.
Además, considero que tengo más cualidades de experimentalista que de teórico, trato de optimizarlas, y es el área donde creí y creo que puedo competir.
Lo digo porque, aparte de las habilidades manuales, la mente de un físico teórico y la de un físico experimental piensan y razonan de forma diferente. Se necesitan habilidades distintas para diseñar experimentos que imiten y prueben cómo funciona la naturaleza y, por otro lado, para diseñar modelos matemáticos que describan ese comportamiento de la naturaleza, que es lo que hace un físico teórico. Justamente, y para profundizar en la pregunta, es escudriñar y probar que la naturaleza es y funciona de cierta forma lo que me apasiona.
Para ser experimentalista también se requiere tener habilidad con las manos y ser cuidadoso y meticuloso. Son detalles en apariencia sin importancia, pero que sí la tienen para dedicarse a esta área.
Son habilidades todas innatas, que, además, se entrenan, pero debes tenerlas. Por ejemplo, una persona que quiera ser pianista, pero que no tenga el talento para tocar piano, puede estudiar y practicar bastante y, sin embargo, nunca conseguir destacarse como pianista.
Ahora estoy haciendo nuevamente física teórica, mientras se logra poner el equipo para los experimentos en funcionamiento, con la esperanza de regresar a lo que me cautiva y, más importante, donde puedo aportar mucho más y puedo ser mucho más útil.
La misma pasión
A mediados de los años ochenta, mientras se mantenía atento a las oportunidades que pudieran surgir para continuar sus estudios de posgrado, el doctor Bonalde volvió a su natal Ciudad Bolívar.
Allí trabajó como docente de bachillerato, una experiencia que califica como maravillosa. “Era muy joven y ya tenía un concepto razonable de la física y la matemática. Ambas características me permitieron tener un estilo propio en la enseñanza de la física, lo cual fue importante en mi interacción con alumnos y profesores”.
En especial, recuerda el tiempo invertido en conversaciones fuera del aula sobre el estudio y su trascendencia en la formación personal. Además, “sobre la importancia de la ciencia en el desarrollo de la civilización, la disciplina y la entrega como parte de los valores principales en la conducta, la explicación de fenómenos físicos fuera del rigor del aula. Estas conversaciones fueron en varios casos de mucho más valor que las clases mismas”, resalta el académico ganador del Premio Fundación Empresas Polar “Lorenzo Mendoza Fleury” en 2013.
Enfatiza que del Ismardo Bonalde joven, como docente, “nada cambiaría”. “La misma pasión, entrega, forma de enseñar para transmitir de manera correcta un conocimiento y no para cumplir un programa. También me quedo con la convicción de que la transmisión del conocimiento a los más jóvenes tiene un gran valor. Además, con la esperanza con los estudiantes y, en particular, con la admiración profunda hacia los jóvenes brillantes. Como docente adulto solo he cambiado que en mis clases y en mi laboratorio enseño cómo hacer ciencia”.
Pilares concretos para la ciencia y tecnología
El doctor Bonalde ha sido organizador y expositor en talleres y simposios sobre políticas públicas en ciencia y tecnología y sobre derechos de propiedad intelectual. Además, coautor de capítulos de libros sobre políticas en ciencia y tecnología en Venezuela y autor del libro Física y su institucionalización en Venezuela (Ediciones IVIC, 2018).
También es autor del estudio “Producción de conocimiento en Venezuela 1982 – 2012”, del cual se acaba de publicar una actualización hasta 2022, en el Boletín de la Academia.
Su inquietud para hacer este análisis es la misma hoy que hace trece años. “Para avanzar en cualquier área es necesario conocer la situación en la que estamos, los problemas y debilidades, así como las ventajas y el potencial que tenemos. Este estudio trata de aportar conocimiento que pueda orientar la generación de políticas públicas en ciencia, tecnología y educación superior”.
-Si tuviera la oportunidad de diseñar una política pública para la ciencia en el país, ¿cuáles serían sus pilares fundamentales?
– En las circunstancias actuales, lo primero que debe hacerse es volver a establecer en términos universales los sujetos del sistema de ciencia y tecnología. Es primordial tener entre los actores principales al sector productor de bienes y servicios, y que estas políticas y sus ejecuciones estén al margen de intereses políticos y personales.
Dado esto, los pilares deberían ser el fomento nuevamente -reiniciar todo- del talento humano en todas las áreas del conocimiento y de las actividades económicas; el fortalecimiento financiero, de estructura y social de cada sujeto del sistema y el establecimiento firme de la interrelación entre los sujetos. Son cimientos de gran amplitud, que en su concepción fundamental deben reconocer que vivimos en un período histórico dominado por el conocimiento y que nada escapa a él. No deben ser políticas para el sector ciencia y tecnología, deben ser políticas de ciencia y tecnología para la economía, la sociedad, la soberanía nacional y el Estado.
Es justamente en el diseño de políticas públicas del conocimiento para el desarrollo del país en su totalidad en lo que el Estado debería ocuparse con relación a las universidades, los institutos de investigación y el sector productor tanto industrial como comercial. No en disputas políticas ni en procurar su control institucional.
Universidad y Estado deben volver a sus roles
Sobre el estado actual de la Universidad de Oriente, su alma mater, el doctor Ismardo Bonalde expresa que “es doloroso ver las condiciones de desaparición física de nuestra universidad. Lamento profundamente el calamitoso estado de sus estructuras en el Núcleo de Sucre, donde la destrucción ha sido mayor, y los tiempos aciagos que transcurren en su devenir académico”.
Afirma que, en general, todas las universidades del país ya tienen años de crisis, en especial las autónomas, por muchas razones. “Ya antes de estos tiempos recientes de desidia muy destructiva, estaban envueltas en desaciertos de identidad y funcionalidad. No se dio chance al fortalecimiento de las reflexiones. Mucho menos a la implementación de nuevas formas o correctivos en asuntos de autonomía, gobernanza, financiamiento propio, cambio en los currículos para adaptarlos a las necesidades actuales del país y orientación de principios con relación al papel supremo de las universidades en la generación de conocimiento y fomento de la creatividad”.
A todo esto se sumó que el Estado, desde hace unos años, “ha dejado de lado su rol coordinador/supervisor para involucrarse en una confrontación política con las casas de estudios superiores. Total y absolutamente absurdo y nocivo. Desafortunadamente, las universidades nunca eludieron las disputas y han sido llevadas por todo el peso del Estado a niveles de miseria”.
Creatividad e intelectualidad
En su opinión, “es imperativo que tanto el Estado como la universidad retornen al ejercicio de sus funciones legales y a sus principios y valores de origen, para beneficio de la sociedad y el país”.
Para el académico de la ACFIMAN, la universidad no es un factor político. “Ella debe ejercer con integridad sus atribuciones de libertad de pensamiento y accionar académico, de construcción abierta de filosofías y doctrinas políticas y sociales. Asimismo, debe mantener el halo de creatividad e intelectualidad en todas las actividades humanas y en su capacidad de desarrollar a la sociedad y apoyar al Estado. Por otro lado, el Estado debe respetar las funciones y la autonomía de la Universidad. No debe confundirse supervisar con violentar, con dominar. Cada uno tiene roles definidos y fundamentales dentro de la sociedad. Mezclar o entrelazar esas funciones es parte de nuestro drama nacional, aunque también, en ciertos casos, regional”.
“Un altísimo honor”
El doctor Bonalde fue elegido en 2011 e ingresó formalmente como Miembro Correspondiente Nacional en 2013 a la ACFIMAN. Posteriormente, fue electo en 2017 e incorporado como Individuo de Número dos años más tarde.
Siente que “haber sido incorporado a esta institución centenaria y del más alto prestigio en la sociedad fue sin duda un altísimo honor, el más alto de los reconocimientos. También lo es tener la oportunidad de contribuir desde esta instancia en el fortalecimiento y avance de la ciencia y el conocimiento en el país”.
Sobre su familia, el doctor Ismardo Bonalde comenta que tiene dos hijas y cinco nietos. La mayor de sus hijas estudió Contaduría Pública y Finanzas en su posgrado y la menor estudió Derecho. En Caracas vive con su pareja, Norelys Pérez, y sus dos perritas, que “son el alma de la casa”.
Fotos de portada: Unidad de Forografía Científica, IVIC