Entrevista
Gioconda Cunto de San Blas: “En la Universidad Central de Venezuela aprendí a ser ciudadana”
En sus más de cincuenta años como científica, la investigadora ha podido ver el crecimiento de la ciencia en Venezuela y también su decaimiento
Una de las tres más grandes satisfacciones que ha tenido en las últimas dos décadas Gioconda Cunto de San Blas, Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (ACFIMAN), ha sido ser reconocida con el Premio Alma Mater 2023 al Egresado UCV (Universidad Central de Venezuela).
“La primera fue la incorporación a la ACFIMAN (2007), después el Premio Simón Bolívar de la Asociación de Profesores de la Universidad Simón Bolívar (2019). La tercera, el Premio Alma Mater, que me da mucho gusto porque en la UCV no solamente estudié y me gradué de Licenciada en Química, sino que también aprendí a ser ciudadana. Allí me involucré en la política universitaria y estudiantil y, para el momento de la graduación, era delegada estudiantil al Consejo de la Facultad de Ciencias. Esas experiencias me ayudaron a formarme como ciudadana”.
Por esta razón, el Premio Alma Mater, que le será entregado el 1 de junio, fecha cercana al Día del Egresado ucevista (31 de mayo), “es muy significativo para mí, y agradezco a la Academia por haber propuesto mi nombre y a la directiva de la Asociación de Egresados de la UCV por habérmelo concedido”.
¿Derecho? No, Química
Cunto de San Blas cuenta que en bachillerato, que cursó en Montevideo, Uruguay, pensaba que estudiaría Derecho como carrera universitaria. “Lo pensaba por la influencia de mi padrino que era abogado e insistía en que su hermosa biblioteca sería mía cuando me graduara de abogada”.
Sin embargo, en una conversación vocacional, su profesora de Química la hizo reflexionar sobre otras opciones de estudio cuando la cuestionó directamente: “¿Cómo es posible que tú, que tienes tanta facilidad para la Química, la Física, la Matemática, vayas a estudiar Derecho? Eso lo estudia cualquiera”.
Así, al regresar a Venezuela e ingresar a la UCV escogió Química, aunque su primera opción era Biología. “Terminé en una disciplina intermedia, la Bioquímica”.
Hoy dice que, de no haberse dedicado a la ciencia, le hubiera gustado ser comunicadora social. “A mí me gusta mucho la comunicación y sobre todo el periodismo de investigación, quizás porque soy investigadora”.
La comunicación la ejerce de hecho, como columnista de opinión del diario Tal Cual Digital desde hace doce años y como autora de una columna de divulgación científica en Efecto Cocuyo desde hace dos años.
“Desde jovencita estuve relacionada con la escritura. En la UCV, recuerdo que hacíamos un mural que se llamaba El Integrador, donde cada quince días poníamos artículos sobre la Universidad, la Facultad o un problema de actualidad. Yo era uno de los motores de esa iniciativa porque siempre me ha gustado comunicar”, relató.
Inspiración
El gusto por escribir también la ha llevado a ser la autora de dos libros no vinculados con su profesión, cuya inspiración fue el mayor de sus hijos. El primero, Agustín, un niño especial, donde comparte las experiencias y aprendizajes de una familia que se enfrenta a la crianza y educación de un hijo con síndrome de Down. El segundo, La fortaleza de las diferencias, que relata nueve vidas de personas con discapacidad y recoge la opinión de especialistas sobre su cuidado.
-¿Además de la profesora que la animó en bachillerato a dedicarse a la ciencia, hay alguna otra persona o personas que la hayan inspirado en su carrera científica?
-No personas de mi época, sino del pasado. Por una parte, Hipatia, matemática griega. De ella me llamó la atención el hecho de que prácticamente murió defendiendo sus ideas de libertad.
Luego, probablemente sea un lugar común, pero Marie Curie a mí me parecía que hizo bastante para abrirle paso a la mujer en la ciencia. También su esposo que, en mi opinión, fue un adelantado a su tiempo. Cuando supo que había sido propuesto para el Premio Nobel, dijo que sólo aceptaría la postulación si era para ambos. Alegó que los dos habían trabajado al mismo ritmo de exigencia y que si acaso él lo merecía, ella lo merecía más. Estamos hablando de 1903, cuando en muchos países la mujer ni siquiera podía entrar a la universidad a estudiar.
Carrera en el IVIC
Desde que comenzó a estudiar en la UCV le atrajo la Bioquímica, incluso ya pensaba en las materias electivas que podría tomar en el área y que dictaban en la Escuela de Biología. Sin embargo, el Consejo de Facultad no lo permitió. “El criterio de la época dictaba que las ciencias eran como compartimentos”. Sin embargo, poco después tendría la oportunidad de vincularse definitivamente con la Bioquímica.
Al graduarse en 1967 entró a trabajar en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), pues su objetivo era hacer carrera como investigadora. “Por esas cosas de la vida, que los ingleses llaman serendipity, entré al entonces Departamento de Patología Experimental que dirigía el doctor Luis Carbonell, quien también fue Individuo de Número de nuestra Academia”, comenta Cunto de San Blas.
Allí comenzó a trabajar con el doctor Fuminori Kanetsuna, investigador japonés que estaba pasando una temporada en Venezuela. “Con él me entusiasmé mucho más por la Bioquímica”.
El IVIC la becó para cursar el Doctorado en Bioquímica de la Universidad Heriot Watt de Edinburgh, Reino Unido, que culminó en 1972. En esos años, finales de los sesenta, no había posibilidad de estudiar postgrados en ciencias en ninguna universidad venezolana.
“El IVIC incorporaba a jóvenes recién graduados y, según su rendimiento y la evaluación del tutor, en mi caso Kanetsuna, buscaba una universidad en el exterior donde pudieran hacer estudios doctorales”, acotó San Blas.
La fortuna también quiso que en el departamento donde se inició conociera a quien después sería su esposo, el biólogo Felipe San Blas. “Él trabajaba con otro investigador japonés, el doctor Tamotsu Imaeda. Nos casamos y nos fuimos a hacer el Doctorado en Edimburgo, Felipe en Genética Microbiana, en la Universidad de Edimburgo, y yo en Bioquímica”.
Crece la familia
Al volver, en 1972, se incorporó al IVIC y se dedicó a desarrollar su línea de investigación en bioquímica y biología molecular del dimorfismo y patogenicidad de hongos patógenos para humanos, particularmente Paracoccidioides brasiliensis, en el Laboratorio de Micología del Centro de Microbiología y Biología Celular.
El regreso lo hizo junto a su esposo. “Trabajábamos en el mismo laboratorio con enfoques diferentes, él con un enfoque genético y yo desde un punto de vista bioquímico. Así hicimos carrera y al mismo tiempo empezamos a criar hijos, tres varones, Agustín, Ernesto y Felipe”.
Hoy en día, el segundo de sus hijos también es científico, “con mucho reconocimiento, y me llena de orgullo”. “Mis tres hijos lo hacen bien y es satisfactorio comprobar que, a pesar de los problemas que ha habido a lo largo de la vida, pudimos salir adelante con relativo éxito”.
También tiene cinco nietos, todos viviendo fuera del país, en Inglaterra y Chile. “Algunas veces me da tristeza no haber disfrutado de los nietos como, por ejemplo, las generaciones anteriores. Es verdad que ahora tenemos la tecnología para conversar a cada rato, pero no es lo mismo que el abrazo, acurrucarse con ellos. Por otra parte, lo positivo es que han encontrado, lamentablemente fuera del país, una ruta de esperanza, futuro, construcción de familia, en fin, todo eso que aquí no parecía ser posible”.
La ciencia en Venezuela
En sus más de cincuenta años como científica, Cunto de San Blas ha podido ver el crecimiento de la ciencia en Venezuela y también su decaimiento.
Destaca que cuando cayó la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1958) no había en el país una estructura científica. Se fue creando, gracias a un grupo de visionarios, entre los cuales estaban Francisco De Venanzi, Luis Carbonell y Miguel Layrisse, con la fundación de la Facultad de Ciencias de la UCV (1958) y el impulso al naciente IVIC (1959). “El IVIC nació como un instituto multidisciplinario con proyección docente y formación de talento humano venezolano, características que no tenía su predecesor, el Instituto Venezolano de Neurología e Investigaciones Cerebrales (IVNIC) que había creado, también en Altos de Pipe, el doctor Humberto Fernández Morán”.
En este siglo se institucionalizó el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que en décadas anteriores había sido un ministerio sin cartera. Sin embargo, en opinión de la académica, el país ha perdido terreno en varios aspectos; entre ellos, la forma como se realizan las convocatorias y seleccionan los proyectos de investigación.
Explica que en las convocatorias del Conicit (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas) o de los primeros años del Fonacit (Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación) podía participar cualquier investigador para competir con científicos por la obtención de recursos para su proyecto.
Actualmente, las convocatorias tienen otras características; la discrecionalidad está presente al momento de otorgar fondos para un proyecto. “Según el gobierno, esto ocurre para orientar las investigaciones hacia las áreas que considera prioritarias. El riesgo es que influyan criterios, no necesariamente científicos, a la hora de aprobarlo o negarlo. En ese sentido, creo que en Venezuela hemos perdido camino”.
Asunto de principios
El caos económico venezolano, afirma la científica, incide sobre la infraestructura científica del país. “Hacer ciencia es costoso. Definitivamente, no se puede hacer ciencia como aquellas gotitas milagrosas de José Gregorio Hernández”.
Las dificultades se manifiestan en el mantenimiento y reposición de equipos, importación de reactivos, soporte técnico especializado, entre otras limitaciones.
“Además, hay motivaciones ideológicas que también afectan la actividad científica. Por ejemplo, el hecho de que el gobierno no apoye a los investigadores que quieren hacer pasantías en países que no están alineados con sus ideas y que, por el contrario, prefiera a países como Rusia o Irán donde, a mi juicio, los derechos humanos están siendo aplastados. Para mí este es un asunto de principios que no puede ser soslayado. Igualmente pasa con las fuentes de financiamiento. No estoy de acuerdo con quien dice que hay que buscar dinero donde sea para financiar un proyecto. Hay ciertos límites éticos e institucionales, hay cosas que no se pueden aceptar”.
Elecciones en su Alma Mater
-¿Usted piensa que las elecciones en la UCV podrían ser el punto de partida para que otras universidades hagan elecciones?
-Como egresada tengo derecho y voy a votar, aunque todavía no sé por quién.
En cuanto a que sea un motor para que otras universidades hagan lo mismo, ojalá que así sea, sobre todo para las universidades autónomas que están varadas en el asunto de las elecciones de sus autoridades.
Es importante tener claro que las elecciones de la UCV se van a dar porque hubo una negociación con el gobierno. Y lo digo porque cada universidad autónoma debería estar pendiente de lo que ocurre en la Central para abrirse camino y poder avanzar.
Soy de las personas que creen en la negociación. Quienes de verdad tengan deseos de desatar un nudo tienen que entrar en un proceso de negociación y acuerdos que para ambas partes sea satisfactorio. En ese proceso tengo que renunciar a asuntos que para mí son importantes, pero la otra parte también tendrá que hacerlo para llegar a un compromiso. Tal como decía el jurista Pedro Nikken, a quien conocí cuando éramos estudiantes, en una negociación hay que tragar sapos.
Mientras no logremos ese mecanismo de negociación y de equilibrio, aquí nos quedaremos estancados hasta el día del juicio.
Estudiar Ciencias en Venezuela
-¿Qué le diría a un joven para motivarlo a estudiar una carrera científica o universitaria?
-Es difícil, pero diría que lo primero es entusiasmar a los niños, hacerles ver el valor de la ciencia y formarlos con valores éticos. Luego, en etapas posteriores, incentivar en ellos el estudio, haciéndoles ver que sin formación no es mucho lo que podrán avanzar como personas y profesionales.
Claro, hoy en día, no todo gira alrededor de la universidad. La formación se puede dar de muchas otras maneras. Por ejemplo, con carreras cortas, más atractivas para los jóvenes de hoy y que son de alta productividad y rápida absorción por parte de los sistemas económicos de los países.
Lamentablemente, en Venezuela, con el régimen que tenemos, no se ha podido hacer mucho en este sentido.
La Academia sigue en pie
-¿Qué significa para usted ser Individuo de Número de la ACFIMAN y además haber marcado el hito como la primera mujer que fue incorporada y después presidenta (2015-2019)?
-Para mí haber sido incorporada como Individuo de Número fue un honor muy grande. Desde entonces, trabajo con la Academia en la medida de lo posible, para que siga su camino, siempre con la idea de que cumpla su rol según su misión y visión.
Me satisface que la Academia, a pesar de las dificultades, sobre todo por la pandemia, haya podido seguir su rutina de reuniones y actividades. La ACFIMAN sigue luchando por mantenerse activa, ya con 105 años de historia.