Entrevista

Claudio Bifano: “Venezuela ofrecía un gran entusiasmo y esperanza en el futuro”

Ante la actual situación del país, el Individuo de Número de la ACFIMAN dice que la razón lo induce al pesimismo, pero se mantiene optimista por voluntad

Cuando el doctor Claudio Bifano egresó en 1962 como licenciado en Química de la Universidad Central de Venezuela (UCV), el espíritu que prevalecía en la recién creada Facultad de Ciencias era de “gran entusiasmo y esperanza en el futuro”.

El doctor Bifano, Individuo de Número, Sillón IV, de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales (ACFIMAN), relata que entonces los científicos se encontraban entre los profesionales de mayor prestigio en el país por sus capacidades intelectuales y su formación. “Los recién graduados veíamos la carrera científica como una carrera atractiva y de valor”. Además, era bien pagada. “Podíamos vivir haciendo lo que nos gustaba hacer”.

Comunidad científica de alto nivel

Claudio Bifano: “Venezuela ofrecía un gran entusiasmo y esperanza en el futuro”

Dr. Claudio Bifano

En aquellos años, no se hablaba tanto del uso de la ciencia para solucionar problemas de la sociedad. “Más bien, usábamos el concepto de la ciencia como una creación intelectual, fundamentalmente importante para el país en ese momento”.

En efecto, a mediados del siglo pasado, Venezuela tenía la necesidad de crear una comunidad científica de alto nivel que posicionara al país en un lugar de reconocimiento en Latinoamérica. “La universidad dio esa posibilidad. El ejemplo de dedicación a la construcción de la Facultad de Ciencias y de la universidad, fue esencial para que también los que recién nos graduábamos lo transformáramos en una razón de vida”.

Fue el comienzo de una carrera en la que se mantiene activo hasta hoy, a sus 84 años, trabajando para construir desde la ACFIMAN, corporación de la cual es en la actualidad primer vicepresidente, y la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL), de la cual es presidente.

Pesimista por la razón, optimista por voluntad

-¿Hoy en Venezuela existe esperanza en el futuro?

– Voy a contestarte con lo que me comentó una vez un amigo, Vladimiro Mujica, con una frase de Antonio Gramsci. Soy pesimista por la razón, es decir, la razón me induce al pesimismo, pero la voluntad me induce al optimismo.

Soy pesimista, porque al analizar de manera objetiva la situación en la que estamos, no hay muchas razones para ser lo contrario. En especial, porque hay necesidad de un cambio de mentalidad de la gente y eso lleva generaciones lograrlo.

No invita al optimismo la situación política actual. Tampoco ver a tanta gente aprovechándose de la miseria humana, para sacarle ganancia personal. Ni tampoco ver cómo se desmorona la educación y a nadie pareciera importarle.

Sin embargo, soy optimista porque quiero serlo y tengo la voluntad de seguir trabajando, de decir ¡vamos a hacerlo!, y aportar para que ocurra. Por eso sigo en la Academia.

Una elección acertada

El doctor Claudio Bifano nació en Nápoles, Italia, en 1939. Llegó a Venezuela cuando tenía diez años de edad.

En San Felipe, estado Yaracuy, donde se asentó su familia, estudió quinto y sexto grado. En esa misma ciudad cursó hasta el cuarto año de bachillerato en el Liceo Arístides Rojas. “El quinto año era el preuniversitario, y se estudiaba en Biología y Química, Física y Matemática o Filosofía y Letras, según la carrera que se iba a seguir. Opté por Biología y Química porque quería estudiar Medicina”.

Sin embargo, observando unas prácticas de anatomía se dio cuenta de que la medicina no era lo suyo. De igual manera, en 1957, un año antes de que se creara la Facultad de Ciencias, entró a la UCV, a una carrera nueva que tendría mucho futuro, según le dijeron: Química.

Estudiar Medicina era la tradición familiar

Ese último año de bachillerato lo hizo en Caracas, en el Colegio Instituto Escuela. “La profesora de Química, era una persona muy calificada y dejó una huella. A mí me gustó la química cuando la vi con ella, por eso me pareció que podía estudiarla como carrera”.

Cuando dijo que no estudiaría Medicina, su familia no lo tomó tan bien al principio. “Era una carrera tradicional, mientras que nadie conocía Química. Además, mi papá era médico, entonces se suponía que yo iba a continuar la tradición profesional de la familia. Después me dejaron seguir adelante, me apoyaron siempre en todo lo que quise hacer”.

En ningún momento se ha arrepentido de su elección. “Rápidamente me adapté a las exigencias de la escuela, al punto que cuando terminé la licenciatura quise quedarme como profesor del Departamento de Química Inorgánica. Participé en el concurso, lo aprobé, salí a estudiar afuera e hice mi carrera en el área. Eso sí, poco dinero, pero muchas satisfacciones”.

La docencia como principal motivación

El doctor Claudio Bifano obtuvo su PhD. en Química en la Universidad de California, San Diego, en 1975. “Recuerdo que mi tutor, Rigoberto Díaz Cadavieco, quien dirigió mi trabajo especial de grado en la licenciatura, me decía que tenía que seguir estudiando. ‘No importa qué’, me decía, ‘pero estudie y fuera del país‘”.

Arreglándoselas solo para tomar la decisión, como era usual en esos años, leyó un libro que fue una revelación. “Era un libro de un célebre químico inorgánico, Leslie Orgel, que me llevó a decir: esto es lo que quiero hacer”.

Entonces fue cuando decidió aplicar para la Universidad de California, donde trabajaba Orgel. Sin embargo, cuando llegó ya el científico no se dedicaba a la química inorgánica, por lo que tuvo que trabajar con otro tutor. “Trabajamos en reacciones de transferencia electrónica y después en fotoquímica de compuestos de coordinación. Me dije, esto es lo que hay que hacer y lo hice”.

El doctor Bifano destaca que en ese momento a la Facultad le interesaba contar con personas preparadas a nivel doctoral que le dieran consistencia a la función docente. “Para mí la investigación no fue un fin en sí mismo. Sí hice investigación y publiqué, pero mi principal motivación para hacerlo fue la docencia. Mi orientación fundamental fue el uso de la investigación como una herramienta importantísima para poder transmitir a mis alumnos los principios básicos de la ciencia, el conocimiento de la química a través de la experimentación que yo mismo estaba haciendo con la investigación”.

Sus estudiantes se cuentan por centenares, tanto en pregrado como en el curso de química inorgánica avanzada del Doctorado en Geoquímica de la UCV.

Destaca que en pregrado resulta clave mantener la ilusión de los estudiantes que recién empiezan la carrera. En ese sentido, valora especialmente su trabajo en la enseñanza de los principios básicos de la química. “Me siento contento de haber hecho química, y de haber tenido la oportunidad de utilizarla, en el buen sentido de la palabra, para la formación de nuevas generaciones de químicos”.

Descubrir la geoquímica

Al terminar el doctorado, continuó trabajando en la UCV en las mismas áreas que había estudiado. Lo hizo en el Instituto de Química, nombrado luego Instituto de Geoquímica, y que hoy es el Instituto de Ciencias de la Tierra.

En el Instituto se crearía una nueva sección, Geoquímica de la Contaminación, y le pidieron que se encargara de organizarla y coordinarla. “Era una novedad para mí, pero acepté sin dejar la química inorgánica”.

Cortesía: https://aquatic-experts.com

Afirma que descubrir la geoquímica significó un gran cambio que lo enamoró. Así, comenzó a trabajar en los estudios de contaminación de cuerpos de aguas superficiales, sedimentos y suelos, relacionados con la distribución, acumulación y transporte de especies inorgánicas y orgánicas en ambientes naturales contaminados y no contaminados.

Mi producción científica de los últimos 25 años se centra en la geoquímica de la contaminación. Trabajé con la doctora Liliana López, quien incluso fue mi alumna en el curso de química inorgánica avanzada, y, entre otros, con los doctores José Luis Mogollón y Armando Ramírez. Constituimos un grupo extraordinario”.

Cuando la ciencia se banalizó

El doctor Bifano siempre ha tenido la inquietud de conocer por qué se hace química en Venezuela, quiénes la hacen y cómo la hacen. Esa búsqueda lo ha llevado a vincularse con varias instituciones. Entre ellas, la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia (AsoVAC), la Asociación Venezolana de la Industria Química y Petroquímica (Asoquim) y la Sociedad Venezolana de Química.

De esta última fue presidente por un largo período (1984 – 2009). Desde ahí, cuenta, conoció una dimensión diferente del “para qué de la química” a través de la relación entre la Sociedad Venezolana de Química y los productores y fabricantes de productos químicos.

Otras de sus experiencias fueron en la Fundación Instituto de Ingeniería (1989 – 1994), donde fue gerente de Promoción y Desarrollo, y en la Universidad Simón Bolívar, USB, (1994 – 1995), donde fue profesor investigador contratado de la Silla Profesoral de Petróleos de Venezuela (PDVSA).

De allí pasó al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (Conicit), donde fue gerente de Investigación y Desarrollo (1996 – 1998) y vicepresidente (1998 – 1999).

-¿Cuál es la importancia para el país de instituciones como el Conicit?

– Conicit es el artífice del apoyo al desarrollo de la ciencia venezolana. Pienso que todavía no hemos estimado lo suficiente la experiencia de esta institución en la orientación y en la gerencia de la ciencia y la tecnología en el país. De hecho, no hemos sido capaces de escribir ni de dejar un testimonio del tremendo trabajo que hizo Conicit durante sus 32 años de existencia.

Fue fundamental para la construcción de la comunidad científica venezolana porque todos sus programas estaban dirigidos, por un lado, al apoyo de la actividad de la investigación y, por otro, a la formación de nuevos investigadores.

A partir del año 2000, esa labor se desvirtuó por completo cuando se creó el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Se politizó y llegó una nueva concepción, se comenzó a banalizar el sentido de la ciencia porque se pusieron personas en la dirección de esas instituciones que no tenían ninguna idea ni experiencia en esa materia.

Un país sin cultura científica

El doctor Bifano opina que en Venezuela “no tenemos cultura científica”, pues la ciencia y la tecnología nunca han sido utilizadas como factores de desarrollo. Recurre a un ejemplo para ilustrar su opinión. “Si alguien en este país no conoce quién fue Mozart o Miguel Ángel se considera un inculto e ignorante; pero si esa persona no conoce los principios básicos de la ciencia, no se le da importancia”.

Dice que ser un país rentista, desde el descubrimiento del petróleo, y “creernos ricos, ha sido una lacra para el desarrollo de la sociedad venezolana”.

Cambiar esa mentalidad no es fácil. “Ese cambio se puede dar a través de la educación y no se concreta a corto plazo”.

En este punto recuerda al ya fallecido doctor Enrique Planchart, exrector de la USB y exdirector del Cenamec (Centro Nacional para el Mejoramiento de la Enseñanza de la Ciencia), y su respuesta a la pregunta, ¿cómo podemos mejorar la calidad de los maestros? “Dio una respuesta lapidaria: ‘un maestro para que pueda ser maestro tiene que saberse el libro de tapa a tapa, no puedes enseñar lo que no conoces’. ¿Y a dónde vierte todo este asunto? A la educación”.

A ese cambio trata de aportar desde el programa Educación en Ciencia Basada en Indagación, dedicado al mejoramiento de la enseñanza de la ciencia para niños de primero a sexto grado de educación básica.

En el marco de este programa, una alianza entre ACFIMAN y la Fundación Empresas Polar permitió preparar textos dirigidos a docentes para mejorar la enseñanza de las materias de ciencias. El mundo de la biología y la serie Ciencia en la escuela son publicaciones producto de esa colaboración y que están disponibles en la sección Obras de esta página.

Lamenta que haya disminuido el apoyo para el programa y comenta que en la actualidad la Academia está buscando instituciones aliadas para que sobreviva.

Servicio desde las Academias

Para el doctor Bifano, estar en la Academia es “un gran honor y compromiso”. “Formo parte de un núcleo de gente de muy buen nivel. No están todos los que deberían estar, pero no sobra ninguno, y eso es muy importante”.

Dice que como presidente de la corporación durante ocho años (en los períodos 2005-2009 y 2011-2015) demostró su compromiso institucional. “Ahora sigo como primer vicepresidente. Para mí es un servicio, que espero sea útil”.

Sobre presidir la ACAL comenta que aceptar “fue otro acto impulsivo” de su parte. “Estaba completamente muerta, pero un buen día, Guillermo Whittembury, a quien quise muchísimo, me dijo, ‘¿por qué no hacemos un esfuerzo para revivirla? ‘ Le dije, ‘vamos a intentarlo’, y lo hicimos”.

Entre las biografías y la música

En su afán por conocer a los hacedores de la química en Venezuela a lo largo de la historia, el doctor Bifano se ha dedicado a investigar el pasado, más por saciar su curiosidad que por pretender ser historiador. “Sólo puedo narrar algunos hechos, no mucho más”.

Dos libros en esta línea son: Apuntes para un estudio sobre la evolución de la Química en Venezuela de la Colonia a mediados del siglo XX (Caracas: Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, 2021) y De la práctica a la institucionalización de la química en Venezuela. La Sociedad Venezolana de Química 1938-1973 (Caracas: Ministerio de Ciencia y Tecnología y Fundación para el Desarrollo de la Ciencias FUDECI, 2003).

También ha escrito biografías, como las de Vicente Marcano, a quien considera el químico más importante de Venezuela en el siglo XIX, y Diego Carbonell, exrector de la UCV.

Escribir biografías lo considera un hobby, al igual que la música. “Cuando era joven cantaba, ópera, por supuesto. Me encantan la música clásica, en especial Mozart, y las óperas de Giacomo Puccini. Admiro a Giuseppe Verdi, pero la música de Puccini me llega más”.

El doctor Bifano dice que no entiende el reguetón y le gustan los boleros “porque tienen el sentimiento de las canciones napolitanas, que por razones obvias, nací en Nápoles, las tengo muy cerca de mi corazón”.

– ¿Cuándo fue la última vez que estuvo en Nápoles?

-Cuando cumplí 80 años los nietos me regalaron un pasaje para allá, hace cuatro años. Me fui con uno de mis nietos y pasamos unos días muy agradables. Allá me queda una prima que tiene 100 años.

Mi abuelo materno emigró a Venezuela en 1870, se radicó en San Felipe. Allí se convirtió en un terrateniente, hizo la América, como decían los italianos en aquel tiempo. Mi mamá nació en San Felipe y cuando tenía 4 años se la llevaron a Italia para estudiar como interna en un colegio mientras mis abuelos se venían para Venezuela.

Al salir del colegio, mi mamá, Carmen Rizzuti, se casó con mi papá, José Bifano, que era nacido en Italia. Mis tíos, hermanos de mi mamá, nos reclamaron y fue posible para los tres – soy hijo único – venir a vivir aquí.

-¿Qué recuerda de la adaptación al país como inmigrante?

-Un mundo completamente diferente al que había dejado atrás. Había vivido 10 años que fueron años de guerra. Nací en 1939, el mismo año que comenzó la Segunda Guerra Mundial. Papá fue reclutado como médico y lo conocí cuando regresó al pueblo, cuando yo ya tenía 7 años.

En Venezuela tenía juguetes, comida y un ambiente agradable de gente abierta, sencilla y generosa para quienes llegaban. El país nos brindó todas las posibilidades para hacer una nueva vida y seguir adelante.

“Me duele Venezuela”

El doctor Bifano tiene tres hijos de su primer matrimonio con Tatiana, quien fue bióloga y profesora de la Facultad de Ciencias.

Con Yanara, su esposa desde hace treinta años, tiene tres hijos: Gabriela, la mayor, José Luis y Mónica, todos viviendo en España. Sus seis nietos también viven fuera del país. “Costó mucho mantener a mi familia unida y se ha separado por la migración. Yo sigo y seguiré aquí. Siempre digo que a mí me duele más Venezuela que a los venezolanos porque es el país que escogí para vivir. Me gusta el clima y puedo seguir trabajando, que a mi edad no es algo fácil de conseguir en otra parte del mundo, hasta que Dios quiera”.

Cortesía: ACAL (2018)

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