Entrevista

Alicia Ponte-Sucre: “En cada área del conocimiento estamos ante un milagro fisiológico”

La académica será incorporada como Individuo de Número, ocupando el Sillón I, en sesión solemne que se celebrará el miércoles 12 de junio

La investigadora Alicia Ponte-Sucre se enamoró de la ciencia de la mano de la curiosidad que siempre tuvo por comprender qué y cómo somos.

“A quien quiera hacer ciencia le diría que busque sus raíces, esas que no solo están en el lugar o país de origen, sino también en la comprensión de cómo funcionamos como miembros de una inmensa red interconectada y cómo nos hemos constituido como seres humanos dentro de esa red”, dice Ponte-Sucre, quien será incorporada como Individuo de Número, Sillón I, de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (ACFIMAN) en la sesión solemne que se celebrará el próximo 12 de junio.

-Si tienes curiosidad y pasión, intenta comprender el mundo que te rodea en cualquier área del conocimiento, letras, historia, física, química, música…; escudriña; a la larga comprenderás que cada paso que das te expone eufemísticamente, un “milagro” (fisiológico) dentro de esa inmensa red. En cada área del conocimiento estamos ante un organismo vivo; con su propio lenguaje y estructura; un instrumento de interconexión, un milagro fisiológico.

No hablo de un milagro desde el punto de vista de la fe y la religión, sino fundamentado en la filigrana que significa el balance entre las múltiples fuerzas que nos mantienen vivos, donde el cambio es la norma, y que se expresa en la homeostasis de todos los sistemas que nos rodean y en nosotros mismos.

Entre la medicina y la educación

Ponte-Sucre es licenciada en Educación, mención Ciencias Biológicas, por la Universidad Católica Andrés Bello, en 1978.

No era su primera opción, pues siempre quiso estudiar Medicina, inspirada por una familia donde ha habido al menos un médico en cada una de las últimas cuatro generaciones y por su modelo y padrino, Armando Sucre Eduardo, pediatra y exdirector del Hospital de Niños J. M. de Los Ríos.

“Con dos amigas del Colegio Mater Salvatoris dábamos clases como voluntarias en los barrios cercanos al colegio; además, íbamos al Hospital de Niños para leer cuentos y acompañar un rato a los pacientes con hidrocefalia y con nuestros amigos asistíamos a cirugías en el Hospital Vargas. Las tres queríamos estudiar Medicina, estábamos motivadas, pero eran los tiempos de la renovación académica”.

Eso significaba que para ingresar a la Universidad Central de Venezuela (UCV) había que esperar aproximadamente tres años y sus padres no querían que perdiera tiempo.

Fue así como por recomendación de un tío jesuita, Gustavo Sucre Eduardo, quien fue Secretario del Equipo Rectoral de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), se decidió por la carrera de Educación en Biología y Química y se inscribió en esta Universidad, siempre con la idea de cambiarse luego a la UCV.

Aunque tuvo la oportunidad de cambiarse a la Escuela de Biología en la Facultad de Ciencias de la UCV, a la recién creada carrera de Biología de la Universidad Simón Bolívar (USB), incluso a la Universidad Metropolitana para cursar Educación Preescolar, “que también era mi pasión”, eligió terminar la carrera en la UCAB.

Sin embargo, no hizo su trabajo de grado en Educación, sino en el área de especialidad, biología, en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) bajo la tutoría del biofísico Jaime Requena.

En cuarto año de la carrera, además, hizo una minitesis en la USB, donde trabajó durante un año con quienes considera han sido algunos de sus grandes mentores, los profesores Pedro Aso, Salvador Giardina y Teresa López. “En esa época estuve muy involucrada tanto en el mundo de la biología como en el de la educación”.

El camino a ser bióloga

Ponte-Sucre terminó su trabajo de grado en el IVIC y de inmediato comenzó el postgrado en esta institución, donde se graduó de magíster en Biología, mención Fisiología y Biofísica, en 1981, becada por la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho. “Considero que terminar la maestría me permitió tener un título equivalente a la licenciatura en Biología de la UCV”.

Luego de un breve paso por la Comisión de Evaluación de Proyectos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas, Conicit, concursó y quedó seleccionada como profesora instructora contratada de la Cátedra de Fisiología de la Facultad de Medicina de la UCV y Escuela Luis Razetti.

Primer Doctor en Farmacología

Cortesía X @GarciaArochaC

Ponte-Sucre no quiso hacer sus estudios doctorales en el mismo Instituto donde era profesora porque opinaba que sería un reto para sus colegas de cátedra y departamento evaluarla, así como para ella estar a la altura.

Así, ingresó al postgrado en Farmacología de la Facultad de Farmacia de la UCV y en 1993 se convirtió en la primera persona en obtener el título de Doctor en Farmacología en una universidad venezolana.

La académica destaca que su formación es totalmente venezolana, desde primaria hasta el doctorado. “Soy un producto nacional”.

Además, haberse formado y trabajado en varias instituciones, UCAB, IVIC, UCV y USB, le ha permitido “comprender distintas formas de ver y estudiar la ciencia y los saberes asociados a la salud y la medicina, a pesar de no ser médico”.

En cada etapa contó con personas que fueron inspiración e influenciaron su carrera.

“En primaria, mi profesora Berenice en Moral y Cívica e Historia de Venezuela y mi profesora Elena en Gramática. Luego, en bachillerato, dos profesores fantásticos: Oscar Solís de Biología, nuestro padrino de promoción de bachilleres, y en Física, Arturo Mulet, quien tenía una forma maravillosa de explicarnos esta materia tan dinámica y compleja”.

También recuerda a la profesora Torrealba de Educación Artística y a la profesora Laura Castillo de Literatura Hispanoamericana. En la UCAB, los profesores Rafael Bredy, Víctor Canestri, Amado López y Norma Carrasquel y la profesora de Genética, cuyo nombre no le viene a la memoria, “que nos enseñaba no solo lo importante de estudiar, sino también de divertirse. Estuve rodeada de una riqueza muy grande en mis profesores a lo largo de primaria, bachillerato y universidad”.

Parásitos para comprender las células

Alicia Ponte-Sucre quería trabajar en fisiología molecular. “Quería comprender el funcionamiento de las células, su versatilidad y flexibilidad de sobrevivir en tantos diferentes ambientes retadores. No quería trabajar en bacterias ni virus, sino en una estructura que en su aparente simplicidad fuera eucariota; cercano en su funcionalidad a nosotros, pero a nivel minúsculo. Y qué mejor para eso que los parásitos unicelulares algunos de los cuales causan enfermedades tan terribles.”

El tutor de su tesis doctoral fue el investigador José Luis Ramírez, Premio Mendoza Fleury de la Fundación Empresas Polar, quien trabaja con Leishmania y Trypanosoma y con quien decidió abordar el área del metabolismo de estos parásitos. “Me trasladé de la fisiología de membranas de las células, que quería trabajar al principio, al metabolismo celular”.

Trypanosoma al microscopio (Wikipedia)

Cuando regresó a la Cátedra de Fisiología al terminar el doctorado, su objetivo era crear un laboratorio en el Instituto de Medicina Experimental. “En 1994 se me otorgó un espacio que poco a poco fuimos equipando, gracias a los proyectos otorgados por el Conicit y, principalmente, al Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico (CDCH) de la UCV, que me ha apoyado siempre”.

Así se fundó el Laboratorio de Fisiología Molecular del Instituto de Medicina Experimental de la UCV, del cual continúa siendo coordinadora y desde donde ha trabajado su principal línea de investigación: el diseño de fármacos y la comprensión de los mecanismos fisiológicos responsables de la susceptibilidad y la resistencia a fármacos en los parásitos Leishmania y Trypanosoma.

“Los parásitos son de los organismos más flexibles que tiene la naturaleza. Son capaces de adaptarse metabólicamente, evadir aquellas señales potencialmente dañinas, y la presión de una droga o medicamento es capaz de permitir la selección de aquella subpoblación de células con la ‘virtud’ de ser quimio-resistente, gracias a adaptaciones reversibles o mutaciones y por lo tanto sobrevivir en su presencia”, explica la científica.

-¿Cuál es el estado actual de los fármacos contra la Leishmania?

-Lamentablemente, no es esperanzador a pesar de que ha habido esfuerzos y desarrollo importantísimos, liderados por muchas instituciones, principalmente una institución que menciono siempre, Drugs for Neglected Diseases initiative (DNDi), iniciativa de medicamentos para enfermedades desatendidas.

Los mayores avances que se han evidenciado están asociados a la reutilización de los mismos medicamentos que tenemos desde hace demasiado tiempo, desde las primeras décadas del siglo XX.

Por ejemplo, en América Latina, los antimoniales como el Glucantime constituyen los mismos medicamentos que se han usado desde hace unos cien años, y en zonas de África y Asia, la aparición de fracaso terapéutico asociado con selección de parásitos resistentes a esta droga ha sido determinante. De hecho, hoy en día ya los antimoniales no son drogas de primera línea en grandes zonas de Asia como la India.

Leishmania al microscopio (Wikipedia)

Otro gran medicamento es la Anfotericina-B, desarrollada originalmente como un antifúngico en los años 50 del siglo XX. A pesar de que el fracaso terapéutico asociado a la expresión de quimio-resistencia a la Anfotericina-B no es tan relevante como con el Glucantime, la Anfotericina-B es muy costosa y debe ser administrada bajo control hospitalario por riesgo de toxicidad. Estos factores la hacen inalcanzable para muchos.

En 2002 se incorporó la Miltefosina al arsenal contra la leishmaniasis, un medicamento de administración oral que no debe ser ingerido por poblaciones de mujeres fértiles por ser teratogénico.

Lamentablemente, ya empiezan a aparecer casos de fracaso terapéutico asociados a quimio-resistencia a Miltefosina en la India. Además, al ser un medicamento de administración oral tiene asociado el riesgo de que los pacientes no ingieran la dosis completa y solo obtengan a nivel sistémico una concentración subóptima del medicamento. Esto propicia que el parásito explote su flexibilidad, con la consecuente emergencia de quimio-resistencia.

Sin embargo, la ciencia no se cansa y los ensayos a todo nivel, desde experimentales hasta clínicos, continúan en la búsqueda de un tratamiento idóneo para las leishmaniasis. De hecho, para 2024 la DNDi espera lograr tratamientos adecuados para la enfermedad visceral tanto en América Latina como África del este.

Es de fundamental importancia contar con sanas políticas de salud pública y herramientas de control y vigilancia de enfermedades como la leishmaniasis. La ejecución de estas políticas permitiría atacar estratégicamente la urgente necesidad del diseño e implementación de diagnósticos eficaces, económicos y tempranos a nivel de la población, los cuales a su vez se traducirían en la puesta en marcha y seguimiento idóneo de las terapias a utilizar.

-¿Ante el protagonismo actual de los virus, se corre el riesgo de que enfermedades ocasionadas por parásitos sean aún más olvidadas?

-Sí, en medio de esta crisis que se está volviendo crónica, nuestro papel como investigadores en áreas del conocimiento afines a las enfermedades olvidadas debe seguir siendo de denunciar e informar en todas las plataformas posibles, llamar la atención sobre estas enfermedades, algunas de las cuales están reemergiendo, a veces con gran fuerza.

Como contribución al conocimiento en esta área, recientemente publicó, como parte de la Colección Divulgación Científica y Tecnológica de la ACFIMAN, el libro Lecciones de pandemia COVID-19: un capítulo en la historia del siglo XXI.

Este volumen, de carácter divulgativo, histórico y científico sobre trabajos relativos a la farmacología y salud en el ámbito del COVID-19, compila quince artículos publicados inicialmente en el sitio web MiradorSalud entre julio de 2020 -cuatro meses después de la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS)- hasta abril de 2023.

Entre los temas analizados en la obra destacan la biología del virus, la transmisión de la enfermedad, la variabilidad y diversidad genética y la supervivencia del más apto. De igual forma, sobresalen la necesidad de protección con mascarillas y la urgencia de sistemas de aireación adecuados en los edificios, así como el desarrollo de vacunas.

Para Ponte-Sucre, “es un libro que ubica histórica y secuencialmente lo acontecido en el ámbito de los enfoques terapéuticos abordados -sustentados en una sólida revisión bibliográfica- en el control de esta impresionante y cruel pandemia, sin dejar de lado la intrínseca relación que existe entre la ecología, el urbanismo, la civilidad y la salud de las personas, y cómo entender y preservar ese fino balance que existe entre estos elementos es fundamental para darle cuerpo a lo que se ha dado por denominar el concepto de ‘Una Salud’”.

Destaca que desde la Academia hemos querido con este libro hacer nuestra contribución a la comprensión de estos temas ya que a muy corto y mediano plazo de no considerar estos cuatro elementos en nuestro diario devenir global, es muy posible que la batalla se pierda en muchos ámbitos, como está pasando con los virus, y el ambiente”.

Vínculo con Alemania

Alicia Ponte-Sucre ha estado vinculada académicamente con Alemania desde mediados de los años noventa, en particular con la Universidad de Würzburg, donde fue de 2003 a 2007 investigadora de planta y coordinadora del laboratorio central para la identificación y caracterización de productos naturales y compuestos diseñados contra dianas específicas como agentes terapéuticos.

“En ese momento la UCV me concedió una excedencia activa; en ese proyecto evaluamos de 6 a 7 mil compuestos (desde productos naturales hasta compuestos sintetizados de novo y por hemisintesis) en contra de nueve enfermedades producidas por bacterias, parásitos y hongos. De ese trabajo salieron dos patentes; soy copartícipe a nivel institucional de una”.

Destaca que “la relación entre cantidad de compuestos estudiados y el número de patentes obtenido refleja lo complejo y difícil que resulta que cualquier entidad química o producto natural pueda lograr efectivamente ser un medicamento y llegar a las manos de los pacientes que sufren la enfermedad, nuestro anhelo. Es un trabajo muy arduo”.

Cuenta que la vinculación con esta universidad alemana llegó a través de su esposo, el doctor Horacio Vanegas-Fischbach, nieto de alemanes, quien fue becado por la Fundación Alejandro de Humboldt de Alemania (AvHF) para retomar sus trabajos de colaboración con el país europeo.

Envió su currículo a la profesora Heidrun Moll, experta en inmunología de Leishmania, y con el apoyo del CDCH trabajó en su laboratorio durante un mes. “Nos encantó trabajar juntas y, a partir de entonces, más o menos cada dos años iba a su laboratorio por tres meses, mientras Horacio también trabajaba en su área en otro laboratorio en la misma ciudad”.

Moll la propuso para una beca de la AvHF para un postdoctorado de un año, cuya investigación dio como resultado varios trabajos publicados. Luego, fue llamada para coordinar el laboratorio donde se estudiarían los nuevos compuestos contra enfermedades infecciosas.

Regresó a Venezuela en 2007 y desde entonces sigue vinculada a los laboratorios de Medicina, Biología y, más recientemente, Bioinformática de la Universidad de Würzburg.

Su vínculo con Alemania no se ha limitado a la investigación, Ponte-Sucre también ha sido presidenta de la junta directiva y coordinadora del Consejo Consultivo de la Asociación Cultural Humboldt y cultiva un conjunto de amigos que denomina “mi familia alemana”.

Una familia con arraigo

La familia de la investigadora está arraigada en Venezuela desde hace siglos, tanto por el lado de los Ponte como de los Sucre. “Los Ponte llegaron a Venezuela en 1506, y los Sucre a mediados del siglo XVIII. Mi familia es venezolana y sentimos un gran orgullo por el mestizaje que nos caracteriza, nos da la riqueza que tenemos como pueblo para seguir siendo resilientes”.

Su familia la conforman siete hermanos de misma madre y padre y un octavo de la segunda esposa de su padre. Todos excepto el menor, viven en el país, una rareza en estos tiempos, comenta. “Mi familia es fundamental en mi vida y siento mucho amor por ella”.

La familia extendida es “grande, muy grande; por el lado de mi papá fueron once hermanos, por el de mi mamá, 12 más tres primos adoptados. Somos cerca de 40 nietos de un lado y 33 del otro. Siempre hemos sido como un clan”.

Cuenta con emoción que recientemente releyó unas cartas que se escribieron sus padres y ella cuando tenía 16 o 17 años. “Mi padre me escribía ya en esa época: ‘Querida hija, no hay que ser ostentoso, hay que ser útil, el país lo merece’”.

-¿Qué representa para usted ser parte de la Acfiman?

-En la Academia siento que estoy conversando con mis pares, que soy comprendida y puedo comprender a quienes están ahí.

Tengo un inmenso agradecimiento por la comisión de credenciales, que consideró que tenía méritos suficientes para ingresar, por Liliana López y especialmente por Gioconda San Blas por haberme invitado a dictar una conferencia en un encuentro latinoamericano de mujeres en ciencia, en lo que fue mi primer contacto con la Academia. Me sorprendió, no me lo esperaba.

Sigo agradecida y maravillada, tratando de ser útil para darle realce a la ACFIMAN.

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